http://edant.clarin.com/diario/2004/02/04/o-02302.htm
Los subsidios que la UE aplica dañan a la economía de América latina y son una muestra de la ineficacia de sus iniciativas para crecer.
Las relaciones entre la Unión Europea (UE) y los países de América Central
y del Sur están marcadas por una política —la política agraria comunitaria, PAC—
que daña a los ciudadanos y a la
economía de unos y otros.
La PAC nace en una coyuntura económico-social que hoy no debería encontrar
justificación alguna, dado que los
agricultores apenas representan el 4% del empleo europeo. En la actualidad,
la UE tiene una agricultura centrada en la exportación que prospera gracias a
la competencia desleal o dumping.
La UE subvenciona un nivel de producción que excede la demanda interna y
facilita la venta de los excedentes mediante subvenciones a la exportación; una
idea más perversa no podría hallarse.
No es inútil y mucho menos demagógico recordar un hecho que habla por sí
solo: en América latina, 170 millones de personas viven con menos de 2 dólares
al día; en cambio, cada vaca
europea recibe en promedio una subvención estatal de 2 dólares por día (según
datos del Banco Mundial).
Recientemente el G-20 pidió que se reduzcan 300.000 millones de dólares de
subsidios anuales, incluyendo los de la Unión Europea y Japón. La UE dice
aceptar siempre que, a cambio, el G-20 liberalice los servicios y EE.UU.
elimine también sus ayudas. Washington dice comprometerse a bajar las ayudas
cuando lo haga su competidor europeo.
Esto indica que América latina no debe depender de los países ricos —ni de
la Unión Europea y mucho menos de Estados Unidos— para lanzarse hacia el
desarrollo. Debe depender de sí
misma y de su potencial.
América del Sur dio un paso importante con la firma de un tratado de libre
comercio entre el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones (CAN), pero esto
no es suficiente porque constituye una unión principalmente económica, a imagen
de lo que es hoy la UE.
De hecho, el fallido intento de aprobar una Constitución europea no es
aleatorio, sino el resultado de una unión burocratizada, con un Parlamento sin
poderes que se encuentra lejos de sus ciudadanos. La UE es inepta hoy para
ofrecer soluciones concretas a los grandes problemas, ambigua en la finalidad
política de la construcción europea e incapaz de actuar eficazmente en la
escena internacional. Los mismos ciudadanos latinoamericanos están pagando las
consecuencias de esta ineptitud, notoria en la perversidad de su política agrícola
común.